Oraciones hacia el interior de fuera

ORAR ES ACARICIAR CON LAS PALABRAS EL ESPÍRITU DE LAS COSAS

Siempre que hablas con todo tu ser y dejas un hecho bueno sobre la superficie de la Tierra, sobre ella has escrito una oración que es oída en el cielo; mas si deseas meditar, puedes hacerlo así:

Uno Santo, que eres en nosotros Esperanza, como nosotros somos Luz en Tí.
Santificado seas por nosotros, porque somos Tu Nombre.
Sé consciente de Tu Reino en nosotros.
Hágase tu voluntad, porque también es la nuestra. Desde los mundos pesados y dormidos de Tí, hasta aquellos que aletean con tus alas.
Que nuestro cuerpo sea un altar donde se queme el pan en holocausto hacia Tí, y que sea este nuestro alimento.
Haz que podamos perdonarnos nuestras deudas en los demás, y así toquemos en ellos Tu Frente.
Y libéranos del mal de creer que estamos fuera de Tí. Porque nosotros somos Tu Reflejo en la Tierra, como Tú ya eres el nuestro en los Cielos.

HERMANOS MAYORES

Hermanos Mayores, vosotros que nos lleváis de la mano por el camino del Despertar. Que os adentráis en nosotros desde todos los lugares y nos llenáis de la Luz de la Vida y nos alimentáis con el Agua Viva del discernimiento.
OH. Hermanos Mayores que nos acompañáis en los momentos difíciles, y nos aliviáis de las cargas de la existencia, y nos llenáis del aliento cuando viene hasta nosotros el desaliento.

	Hermanos Mayores que cuidáis de nosotros como nosotros cuidamos de las flores que embellecen los jardines y cuidamos de los árboles que llenan nuestros bosques. Que nos mimáis, y no nos abandonáis a la fría aspereza de la mecanicidad. OH, Hermanos Mayores, ante vosotros me inclino en mi pequeñez, y a vosotros desearía ser útil desde aquí donde estoy. Que mi pequeño amor os acompañe.

NO DIGAS DE MI...

No digas de mí que soy un maestro que conduce a las almas por la senda de la Luz. No, no digas de mí que soy un maestro; porque mis pobres pasos apenas sí pueden vislumbrar el alba del Camino de la Vida. Y mis pequeños ojos apenas sí se entreabren cuando admiran el horizonte de la eternidad.
No... no digas de mí que soy un maestro; porque cuando llega la noche buscas refugiarte bajo las alas de mi pequeño conocimiento, y cuando viene el día deseas volar a mi lado. Búscate mejor en el vuelo de un pajarillo; porque él nos enseña más en su silencio que todos los libros que se han escrito a través de las manos de los hombres.
No digas de mí que soy un maestro, cuando lo único que hago es ser yo mismo y lo que deseo es que seas también tú mismo, tú. Y que sepas que cuanto crees ver en mí no es si no tu reflejo en mí. Sé fuerte pues y comprende que tu maestro eres «tú mismo».